Thursday, July 31, 2008

Calíope: Animal herido.


- Estoy cansada, dolida, herida. Soy un animal al que han atacado y ahora se retuerce de dolor... ¿No dicen que es cuando los predadores son más peligrosos, cuando están heridos? Pues así estoy yo.
- No exageres.
- Para ti nunca es importante - miré a Oniros con reproche -. Nunca es importante nada de lo que diga o haga, sólo te interesa tu ego personal, el crecerte sin importar a quién pisar, el ser superior sin tener en cuenta mis sentimientos. Ya lo has hecho antes.
- Yo siempre tengo en cuenta tus sentimientos.
- Mentira. Demuéstralo.
- No es algo que se pueda demostrar así como así.
- Te quiero.

Silencio. Uno, dos tres, cuatro, cinco.

- Y a ti parece darte igual - continúo.
- No me da igual... - contesta él, alargando las palabras.
- Tú me buscaste.
- Tú te dejaste encontrar - reprocha.
- Tal vez quería dejarme encontrar por ti. Tal vez quería dar una oportunidad de intentar algo diferente con alguien diferente. Alguien con quien no tenía miedo de ser como soy en realidad, alguien con quien me mostré tal y como soy desde el principio, por mucho que lo niegues. Y tú, sin embargo, te comportas así.
- Nessa, no me van las peleas de enamorados.
- No estoy enamorada de ti. Y no me llames Nessa, maldito gilipollas.
- Es tu nombre.
- No el que tú usas para mí. Quiero oírtelo decir.

Silencio. Otra vez.

"Me miras, me traspasas, siento cómo me desnudas con la mirada, cómo ves mis entrañas, capa por capa, molécula a molécula. Quiero oírtelo decir, para que todo esto acabe de una vez, para poder vomitar todo lo que llevo dentro y me sienta mal." Se acerca, decidido, y entonces ella siente miedo. "¿Tal vez no debí decir todo aquello? ¿Por qué no soy capaz de mentir, sobre todo a él?" Más cerca, más cerca. Sonríe. Se aproxima a su cuello, respira junto a él, sube un poco y susurra en su oído.

- Calíope, mi Calíope.

Las musas revolotean y se ríen... Quién les iba a decir que su reina caería presa de las ondas oníricas infinitas y en forma de espiral.

Ahora, ¿cómo escapar? 

"Llevo tanto tiempo intentándolo..."

Calíope: Olvidos

Estremeciéndose, las gotas caen por su espalda como témpanos fríos de hielo. "Ojalá nunca llegue la primavera", se repite una y otra vez, "Ojalá siempre sea invierno..."

- El tiempo ha de pasar para todo y todos; ten en cuenta que es lo único que pasa y siempre permanece.
- Ya, pero no me gusta. Ojalá se detuviera para siempre en un día lluvioso... Ya sé que ahora me dirás el típico tópico de "No llueve eternamente", pero es algo que nunca aceptaré.
- Tendrás que hacerlo.

"Es cierto. Pero sigo negándome ése placer, esa derrota, ése rescoldo de cordura que aún me queda. Sólo quiero correr, marcharme lejos y olvidar para olvidar... ¿Cuál es el secreto para hacerlo? ¿Por qué unos pueden con tanta facilidad y otros, sin embargo, no podemos olvidar?"

- ...Algún día nos iremos ambos lejos, tan lejos que ni las estrellas podrán encontrarnos - susurra, cerrando los ojos -. Y entonces todos nos olvidarán.

- Todos los que triunfaron y consiguieron lo que querían sonaron al principio prepotentes- replica él, con su voz profunda -. Recuérdalo cuando estés arriba... Nunca lo olvides, es lo único que en ti debe permanecer de mí.

Tuesday, July 29, 2008

Calíope: Fuego

- Puedes crear lo que desees. Puedes hacer fluir el oro de tus manos, puedes beber hidromiel de las rocas desnudas. Ante la tempestad, resguardarte del viento y la lluvia; ante el sol, llamar a la tormenta. Hablar con los señores de los yermos desiertos de Estigia. Cuando tengas frío, crear fuego de la nada - dicho esto, la palma de su mano comenzó a arder -, y sentirte como lo que eres: una diosa que ve más allá de la vida y la muerte.

Calíope pestañea, pero no se inmuta. Extiende la palma de su mano mientras que Oniros, con delicadeza, toma el fuego y lo posa con extremo cuidado y ternura entre sus dedos. Es incandescente, no quema, casi le da frío, un frío que recorre toda su espina, todos los nervios ventrales y dorsales, ascendentes, descendentes. El cerebelo comienza a mandar señales, y siente que su sentido del equilibrio flaquea por unos instante. Su corteza comienza a cambiar, y las neuronas liberan neurotransmisores y descargas eléctricas más rápido de lo normal. El diencéfalo se dispara... ¿Acaso es amor?

La llama tiembla, mengua, suspira... Y de pronto se descontrola, comenzando a arder con una fuerza amenazadora. Pero Calíope no tiene miedo al fuego ni a ninguno de los elementos. No teme a la muerte, y mucho menos a la vida... Al fin de cuentas, éso es lo más peligroso, vivir en este mundo, caminar por los renglones del paraíso perdido creados hace millones de años para ser algo imperfectamente perfecto.


- Nessa... ¡Nessa!

Diana abraza a su hija, que tose un par de veces y respira con dificultad. Gerard sofoca el fuego de la mesita de noche... Adiós a los apuntes y uno de sus libros de anatomía, pero sólo ha sido un susto... Podría haber perdido mucho más... Pero, realmente, ¿son conscientes de lo que acaban de perder?

- ¿Ves? Te lo dije... - masculla Diana en tono de reproche -... Era muy pequeña para tus juegos, y ahora hace esto con 14 años... ¿Qué será capaz de hacer con el tiempo?
- Seré una musa, una diosa que ve más allá de cualquier velo... éso dijo él.

Gerard y Diana miran a su hija. Se equivocaban, no la acababan de perder... Ambos se miraron confusos: ¿cuándo la perdieron?

Oniros ríe en la lejanía, en las sombras de Estigia. 

"Ya entonces te veía y soñaba contigo. Y tú siempre susurrabas lascivamente en mi oído ésa palabra que me hace estremecer, esas que cuando dices hoy día provocan orgasmos en mi cerebro."

Ca-lí-o-pe...

"Ya estaba despierta, pero tardé diez años en encontrarte. Diez años practicando mis dones en soledad, diez años deseando sentir tu lengua sobre mi piel.

¿Cuándo me convertí en ésto?"

Calíope: Rojo rubí

Contoneándose, bailando entre las sombras, flashes de luz y Lágrimas de San Lorenzo; un movimiento, otro, y otro... Susurrando palabras sin llegar a pronunciarla, bailando sola con los espectros de la muerte... Calíope suspira, emocionada; escucha sus palabras, siente el frío de sus latidos, la humedad de sus transparentes lenguas sobre su espalda, los latigazos obscenos de sus inertes manos... Y no se arrepiente de nada en absoluto, de nada de lo que ha podido decir, de nada de lo que ha podido hacer.

Jamás pensó que bailar con un escalpelo en sus manos fuera tan enriquecedor, que cortar la carne produjera tanto placer... Carne humana que desearía llevarse a sus labios y comer... Pero aún no sentía predilección especial por el canibalismo y ése tipo de filias culinarias.

"¿O tal vez sí?"

"No me tientes, Oniros, o sólo querré morder lo que hay bajo tu piel, aquello que existe dentro de ti, aquello que ansío, entre jadeos, cada vez que te siento cerca de mi nuca; cada vez que muerdes mi cuello y te apoderas de mi ser. Podré entonces crear figuras vivas de materia inerte, podré entonces ver más allá de todos los velos, sentir lo que hay al otro lado, oler la humedad que allí se acumula, expectante de ser respirada por mi cuerpo."

¿Dónde quedaron las grandes esperanzas, dónde se ocultan los pequeños sueños?

"Un corte más del bisturí, unas pinzas... ahí, en tu rubí rojo guardado en el pecho. Justo ahí está lo que más deseo lamer."

Algún día viviremos en un mundo rojo rubí, y entonces oh, todo será tan bonito... tan bonito y tan vacío que no nos hará falta nada más.

Thursday, July 24, 2008

Calíope: Sobre una chica.

- A veces sentía la necesidad de pincharme, pero no de pincharme en el sentido de drogas y estupefacientes... Sencillamente cogía un imperdible y lo clavaba en mi brazo hasta que sentía dolor. O cogía un cuchillo y jugaba a clavarlo entre los dedos de la mano. Me fascinaban las cosas punzantes, y el fuego... Hacía pequeñas hogueras en ceniceros de casa.

Escucharse decir esas palabras le daban escalofríos. ¿Qué clase de infancia había vivido? ¿Qué le había inspirado ser así? ¿Ella misma, acaso? Sus padres le habían dado amor de sobra, a veces a su manera; y nunca tuvo necesidad de nada a pesar de haber vivido momentos difíciles en casa. ¿Por qué era así, qué le había influenciado tanto para acabar convirtiéndose en lo que es?

- No te martirices - dijo Oniros mientras la abrazaba -. Todos tenemos ése tipo de momentos. Yo los tengo incluso ahora... Tú me los inspiras.

¿Realmente era cierto? ¿Por qué era capaz de inspirar, por qué era capaz de crear esa magia envolvente a su alrededor? Según él, algunos tienen ese don de hacer soñar con el pestañear de sus ojos, con el olor que queda impregnado en sus cuellos; el sabor a herrumbre de sus labios. ¿Realmente ella era así? Si era cierto, nunca nadie se lo había dicho... 
Claro, a las musas no se les dice esas cosas; y es una pena, porque así podrían esforzarse mejor en cumplir su misión y, tal vez, ser más felices.

Pero, ¿qué inspira a una musa entonces? ¿Son capaces de ser inspiradas por algo o alguien, tal vez por aquel al que inspirarán la próxima vez que nazcan? ¿O sueñan con aquellos a los que ya inspiraron en otra vida?

- ¿Con qué sueñan las musas, Calíope?

Esa pregunta retumbaba con eco dentro de su cabeza...

Y la respuesta era simple.

Tú.

Thursday, July 17, 2008

Calíope: Castillos de naipes




El humo ascendía formando espirales hacia el techo de la habitación y, misteriosamente, no se mezclaba con el aire del resto de la estancia. Desde la cama, tumbada, veía todo el proceso de formación y muerte de una espiral tras otra, y otra, y otra... "Es increíble como todo nace y muere, y renace, y vuelve a morir... ¿Estamos todos abocados a ese fin?" No importaba, la belleza del humo la embelesaba de tal manera que no le hubiera importado venderlo de verdad; si el humo se vendiera embotellado, ella tendría cientos de botellas llenas de esas espirales grisáceas que tanta belleza crean... Que tanta muerte pueden causar... Se asemejaban a los castillos de naipes, ésos que vas montando poco a poco, creando algo hermoso para luego acabar derrumbando, a veces con una bocanada de humo proveniente de un cigarro.

"Pero no puedo vender humo" pensó para sí misma mientras encendía de nuevo el cigarro mágico y le daba unas caladas; "Sólo puedo venderme a mí... Sólo soy esto, lo que ves... No tengo ni un castillo de naipes donde reinar, sólo soy energía viva y muerta a la vez... Sólo puedo vender lo que hay aquí".

- Y me gusta mirar lo que he comprado.

Sonreía. Oniros dando en el clavo, cabalgando más allá de los neurotransmisores, más rápido que las sinapsis eléctricas, descargas liberadoras de endorfinas... Oniros, dulce como la hidromiel de los dioses; amargo como las derrotas...

Espirales que se perdían en la infinidad de la nada, naciendo, creciendo, muriendo. El ciclo de la vida en algo tan inerte que no se puede tocar. Castillos de naipes derrumbándose y creciendo de nuevo sobre la nada. 

"Castillos de naipes que me traen a la memoria el recuerdo de tu humo, de tu olor."

Wednesday, July 16, 2008

Turistas

http://www.goear.com/listen.php?v=81fa094

Las voces gritaban dentro de su cabeza, y le impedían pensar con claridad. Susurros, suspiros, gemidos y gritos; ¿placer, dolor...? ¿Quién podía discernirlos?

Calles desconocidas y su imagen reflejada en todos los espejos, en los escaparates, en las tétricas luces de los vagones de metro. Como un fantasma, como si nadie más pudiera verlo... de hecho, ¿podían hacerlo? ¿O sólo era su imaginación?

Y de pronto, un silencio.

Yo no quería sustituir nada, ni hacer olvidar el pasado. Los fantasmas de cada uno teníamos que superarlos por nuestra cuenta; y cuando estuvieran superados, sólo entonces, tal vez podríamos sonreír. Sólo quería tenderte la mano y que estuvieras tumbado, a mi lado, hasta que saliera el sol. Decirte cosas horrible al oído, esas que ayudan a no pensar, pero no a olvidar. Amar ese dolor que nos rodeaba a ambos. Nunca traspasar la frontera del velo, aunque lo había hecho sin darme cuenta.

Lo único que podía pensar con claridad era que sí, ella era una turista en esta ciudad. Y que lo añoraba. Y que lo quería.
Pero despacio, pequeño.
Despacio.

Sunday, July 13, 2008

Quiero tener un botón de borrado, que me haga por fin ser una maldita replicante de verdad.
No quiero sentir. Sencillamente no quiero ese "don" que me dicen que tengo, esa cosa llamada empatía, esa cosa que es enamorarse de los bordillos.
Sentir, sentir tan fuerte que crees que te vas a morir de lo hinchado que tienes el pecho.

No lo quiero, ¡gracias!, pueden pasar a por ello cuando gusten.

... esperaré subida en la barra bailando, Dan.

Friday, July 11, 2008

A través de los confines del cielo sólo puedo ver todo lo que te dije y sentía, todo lo que me gusta de ti y de mí. Todo lo que no quería y quería, lo que me gusta susurrar.

Mirad, el dolor ya es ta hermoso que me deja el abdomen al descubierto, y podéis jugar con mis órganos. Permitidme que arranque el corazón y lo entierre, para que nadie lo encuentre, para que nadie lo vea.

Solo intento ser como soy, sin velos.

A pesar de todo el daño no puedo evitar sentirte cada día más dentro de mí. ¿Qué me has dado? ¿Qué he hecho?

Y todo lo que tengo que ofrecer a cambio sólo soy yo. ¿No os es suficiente?

Y ahora me doy cuenta que sólo hablaba de los dos.

Thursday, July 10, 2008

Calíope: Quirófano

- Quiero hacerlo, papá. Necesito hacerlo.

Nessa abrazaba al recién fallecido Sprocket con fuerza. El animal, con los ojos vidriosos, la miraba todavía desde ese punto sin retorno, ése en el que sabes que te has ido y no vas a volver, pero el cual te niegas a abandonar.
- Nessa, cariño, Sprocket era muy mayor y es normal que haya…
- Mamá, necesito comprobarlo. Sprocket no estaba enfermo.
- Sólo tienes ocho años, Nessa…
- ¡Papá!

Gerard miró a su hija por encima de los cristales de sus gafas, con frialdad. Ya no sabía si, años atrás, había hecho bien en compartir la pasión por su trabajo con su retoño; o si por el contrario, había creado a un pequeño monstruo cargado de curiosidad. “Pero cómo me fascina”, pensaba todos los días cuando veía a su hija observar a los pájaros muertos caídos de los nidos; pájaros que a veces había visto derribar a la niña con piedras lanzadas de sus propias manos.
- Bien – sentenció -; lo haremos en el sótano. Dame un rato para preparar las cosas.
- ¡Gerard! – Diana gritó, enfurecida -. ¡No voy a consentirlo! ¡Nessa tiene sólo ocho años, por el amor de Dios, es UNA NIÑA! ¡No tu pequeña y macabra aprendiz de Dr. Frankenstein!
- Ella lo quiere así, Diana.
- ¡NO ES TU EXPERIMENTO, GERARD!
- ¡Ni soy una niña NORMAL, mamá, ACÉPTALO!

Nessa había soltado el inerte cuerpo de Sprocket, aún caliente, sobre la moqueta; y amenazante, miraba a su madre. Si no quería entenderlo por las buenas, debería de entenderlo por las malas. Diana miró estupefacta a su hija, y comprendió que ya era tarde: la había perdido, ya no había inocencia. Las energías a su alrededor vibraban y se revolvían, formando espirales que se devoraban unas a otras… Se preguntaba si estaba lista para dar “el gran paso”… “Es muy joven, es muy joven”, se repetía una y otra vez; “Que no vea a través del velo todavía”.
“Tarde”, le dijo Gerard con la mirada; luego dio media vuelta sobre sí mismo y se dirigió a preparar el improvisado quirófano. Si era verdad lo que su hija decía, no había marcha atrás.
Sobre la improvisada mesa de operaciones yacía el animal, más frío que hacía apenas una hora, un poco más rígido… Gerard tomó un par de guantes de látex, y le tendió otro par a su hija, que los aceptó sin rechistar.
- Te estarán grandes, pero no tengo otros, Nessa. Lo siento.
- Da igual, papá.
- Todavía estamos a tiempo de parar.
- No.
- Como quieras. Vamos a afeitar la zona torácica.
- Bien.
- Ponte la mascarilla – ordena mientras que él se pone la suya.

Un par de minutos de silencio.
- Tijeras de disección, Nessa – extiende la mano.
- Aquí tienes – se las entrega con firmeza, tal y como él le ha enseñado. Bajo la mascarilla, Gerard sonríe orgulloso.

Apertura en canal del animal, con delicadeza.

- Palas.
- Aquí.
- Pinzas dentadas.
- Toma.

Nessa acerca un poco su rostro al abdomen, ahora abierto y desnudo ante el mundo; de su difunta mascota. Siente el todavía retenido calor, el olor a sangre y órganos muertos. Está ahí, seguro que está ahí. Necesita verlo, tocarlo.
- El estómago, papá. Tenemos que abrir su estómago.
- De acuerdo – asiente él -. Bisturí y pinzas de Allis.
- Quiero hacerlo yo.

Mirada fría que se cruza con la de su hija. Hasta ahora, Nessa había dicho muchas cosas, pero sin duda ésa era de las más bizarras que había escuchado salir de su boca. Suspiró, entrecerró un poco los ojos y asintió pesadamente.
- Como quieras. Ven aquí, te pondré un banco para que estés más alta… Y te guiaré en todo momento, sobre todo con el bisturí. No quiero que te cortes y que tu madre se disguste más de lo que ya está.
- De acuerdo.

Firme, sin temblor; Nessa toma el bisturí y comienza a vaciar la caja torácica, sujetando tejidos aquí y allá con precisión. Saca los pulmones del animal y deja al descubierto el aparato digestivo en su totalidad. Su excitación ahora es difícil de ocultar, los ojos casi le van a salir de las órbitas. Ahí está, seguro que ahí está.
- Aquí, papá. Hay que abrirle el estómago – señala, exaltada.
- Toma el nº 3, es más preciso que el bisturí que estabas utilizando.

Otro corte, y un hedor que de pronto invade el sótano. Sí, sin ninguna duda, ahí está. Restos de comida para perros, y algo que no encaja. Parecen trozos de un cartón, ya algo consumidos por los jugos gástricos, pero reconocibles. Veneno para ratas. Nessa toma unas pinzas lisas y recoge unas cuantas muestras de las pruebas del delito. Sabía que tenía razón.
- Te lo dije – dice mirando a su padre -. Te dije que mataron a Sprocket, que no murió de viejo.
- Mamá va a alucinar cuando lo vea, pequeña. Vamos, acabemos con esto. Hay que cerrarlo y darle un entierro digno.
- No. Sprocket no hubiera querido que lo enterráramos. Él querría que lo quemáramos… pero antes quiero algo que sí devolveré a la tierra.
- ¿El qué? – Gerard pregunta intrigado.
- Su corazón. Dame las tijeras de corte para soltarlo de ahí.
- Nessa, eso es demasiado.
- Quiero su corazón.
- Está bien, está bien – la euforia visceral de Gerard aumenta por momentos. Qué hizo. Qué ha hecho. Qué han creado.

Tijeras. Varios cortes. Un ruido gutural y de extracción casi in vivo. El corazón de Sprocket brilla como rubíes entre las manos de Nessa. Ella lo observa, lo siente, lo huele; casi le gustaría lamerlo.
Un pequeño aullido llama su atención, y su mirada se vuelve a la mesa improvisada de operaciones. Sprocket la mira desde ella, sentado a cuatro patas, con la lengua fuera, el abdomen abierto; podría decirse que está sonriente. “No fue justo, Nessa” parece decir, “pero tú me vas a vengar, ¿verdad?”.

- Claro – susurra ella.
- ¿Qué dices, cariño? – Gerard levanta la mirada del cuerpo de su difunta mascota, el cual está suturando para proceder a su cremación, tal y como su hija quiere. Por un segundo parpadea, y su mirada es asustadiza. No es posible que haya visto latir el corazón del perro muerto en las manos de su hija.

Nessa mira de nuevo el corazón, y escucha desde su diencéfalo el resonar de una palabra, un nombre. “Calíope… despierta, Calíope… Ca-lí-o-pe… mi pequeña Calíope, Estigia aguarda y los sueños son el lugar más cercano a la muerte sin atravesar el velo”.

Pero el camino es largo y enrevesado, y los despertares, a veces, crueles. Ya entonces Oniros la estaba buscando; ya entonces la había encontrado, durmiente, cruel. Ya había despertado sin saberlo.
Desde entonces, Nessa siempre vio a aquellos que la buscaban a través del velo, aquellos que la llamaban Calíope. Aquellos que querían la verdad.

Monday, July 07, 2008

¿Puedes guardar un secreto?

misántropo, pa.1. m. y f. Persona que, por su humor tétrico, manifiesta aversión al trato humano.

Guardar, esconder algo que aprecias para que nadie te lo robe. 
¿Puedes guardarme un secreto? 

Es la pregunta maldita de muchos, el beneplácito de unos cuantos, el frotar de las manos de otros tantos... ¿realmente puedes mantener un secreto? 

¿Eres capaz de depositar tu confianza en alguien? 

¿Tienes el privilegio de poder decir que nunca has desvelado un secreto? 

Lo mejor es guardarte esos secretos para ti mismo, para que nadie los sepa nunca jamás, para que no te destrocen por dentro cuando sean revelados... porque lo serán, te lo aseguro; lo serán...

¿Puedes guardar un secreto...?

Os he mentido a todos, ilusos. ... Pero oh, me encanta lo que le has hecho a mi cabeza, mon petit enfant.

Friday, July 04, 2008

Jamás fui allí.

Je voulais être ton amie, voulais être ton amant et tu ne me laissais pas: croyais-tu que cela voulait être quelque chose de plus ? Un idiot maudit ... hautain, arrogant, cynique et si extrêmement enchanteur ... combien de je veux te détester, mon ami; je me demande si la fin de la magie est arrivée...

Turistas, somos turistas viviendo nuestras vidas y soñando muchas veces con vidas ajenas y lejanas, en otros mundos, lugares, con otras pieles y sonrisas que sentir.

En esas otras vidas sólo extrañaría el pecado de tus besos.

Jamás estuve allí, donde me acusan de haber estado. Todo lo que de mí oigáis es mentira, siempre será peor de lo que parece.

Wednesday, July 02, 2008

Más cerca.

"Hola, desconocido..."

Alice es un personaje que me fascinó desde el primer minuto de metraje de la película "Closer". Y me fascinó por su franqueza, por su forma drástica y poética de decir las cosas. De pronto, en mi casa, yo me daba cuenta de que éramos casi la misma persona; con un corazón tan hinchado que iba a salirse del pecho, capaz de desinflarse de un momento a otro ante la decepción.
El siguiente diálogo que dejo linkeado ahí abajo lo dice todo; yo ya tuve ésa y otras conversaciones hace años, conversaciones que luego vi plasmadas en una película, sola, en mi habitación. Y seguiré teniéndola, como Alice con Dan o con cualquier otro.

En un momento de la película, Alice le dice a Dan: "He dejado de quererte. Desde ahora, desde hace un rato, no puedo mentir ni decir la verdad. Ahora ya no te quiero. Adiós, te habría querido para siempre."
Todavía me recuerdo a mí misma en aquella fuente diciendo esas palabras, sintiéndolo desde lo más profundo de mi interior.

¿Por qué determinadas situaciones te hacen sentir como el puto pastel de arándanos de "My blueberry nights"? No tiene nada de malo el pastel de arándanos, joder...
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El mundo se encogía, se hacía más pequeño hasta que faltaba el aire... la infravaloración era subjetiva, pero ¿cómo luchar contra ella si era todo lo que podía sentir? No era su culpa, lo sabía; pero le afectaba, destrozaba por dentro, como si corriera lava por sus entrañas. Le secaba la lengua, impidiéndole hablar...
"Ay, si hablar fuera tan fácil", pensaba; "si te pudiera decir todo lo que quiero..."

Pero, ¿de qué valía ya decir las cosas... máxime cuando ya no quería escuchar?